“Los hombres aprenden mientras enseñan”.
Séneca
¿Qué es el oficio docente?
¿Transmitir conocimientos?, ¿comunicar bien?, ¿tener pasta para enseñar?, ¿tener mucha experiencia?, ¿saber mucho del tema?, ¿reflexionar sobre la propia actuación en el aula?, ¿potenciar el aprendizaje en cada uno de los estudiantes?, ¿guiar el proceso de enseñanza y aprendizaje?
Estos son algunos de los conceptos que están en el inconsciente colectivo cuando se piensa en lo que implica ser profesor. Se ha hablado mucho de esto también y si nos preguntan hoy por qué cada día elegimos ser docentes, lo primero que nos viene a la mente es que amamos aprender.
Para nosotros la docencia es un intercambio maravilloso que se da entre las personas y del que todos los días aprendemos una multiplicidad de cuestiones. Hay días que son muy generosos y otros que no tanto, claro está.
¿Qué competencias debe tener todo docente?
Saber la materia que se pretende enseñar es indiscutible, nadie puede dar lo que no tiene.
Conocer y ser capaz de aplicar una serie de métodos y procedimientos para enseñar, resulta ser la otra gran base para hablar de la formación de un profesor.
Tomar en consideración y estudiar de forma activa los aspectos afectivos o psicológicos del aprendizaje y los procesos internos que se dan tanto en él mismo como profesor como en el alumno lo convierten en un facilitador.
Este facilitador no solo domina el tema, el contenido, y cómo el qué y el cómo se reflejan en la práctica, sino también reflexiona sobre su práctica, sus creencias y las de sus alumnos, y conoce instrumentos que le ayudan en ese proceso de reflexión. Al mismo tiempo, es capaz de tomar en consideración el componente emocional y afectivo y ofrece instrumentos a sus alumnos para la reflexión sobre su aprendizaje. Este facilitador acompaña el proceso de aprendizaje sin determinarlo, es un observador activo, un proveedor ágil y un mentor que alienta y celebra la autonomía y la responsabilidad de cada alumno por su progreso.
En el Ático creemos que estas son las competencias básicas que debe tener un buen profesor. Por eso, queremos lograr un intercambio permanente entre colegas del que todos podamos nutrirnos y aprender. Entendemos que la enseñanza de idiomas es un arte en sí misma y que sólo puede enseñarse aquello que se ama. En El Ático todo lo hacemos con mucha pasión y sobre todo, con mucho amor. Amamos la docencia y nos encanta que mucha gente elija seguir también este camino.
Queremos que quienes elijan capacitarse con nosotros encuentren:
- un espacio de reflexión, intercambio y aprendizaje
- herramientas útiles y prácticas para llevar al aula
- recursos actualizados que aporten soluciones
- fundamentos teóricos que incentiven la reflexión
- diversidad de perspectivas sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje
- intercambio con colegas en todo el mundo
- trato cercano y fluido con los tutores
- aval de instituciones prestigiosas a nivel internacional
Milagros Muschietti Piana y Hernán Guastalegnanne